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miércoles, 3 de octubre de 2012

Sus ojos se cerraron...


"Sus ojos se cerraron 

y el mundo sigue andando...”

C. Gardel


Alguien muere, o desaparece. Un ser querido, o mucho más. Esa noche el insomnio se vuelve insoportable, y al otro día, al despertar, algún indicio macabro nos demuestra que el mundo aún sigue ahí, sin derramar una lágrima. Dolidos y humillados hubiéramos querido que los trenes cancelen sus salidas, que los periódicos anuncien sólo noticias de ayer, y que las modelos en los afiches se vistieran de luto. Pero esa tristeza tan honda y tan nuestra, únicamente habita de las paredes hacia adentro, y la soledad y la indiferencia infectan el aire que respiramos, a la hora del desayuno. Entre el sonido monótono de la ducha y el aroma del café, comprendemos con estupor que algo falta, o se ha ido para siempre. El primer día que sigue al dolor es, sin duda, la jugada más arriesgada; los caminos a diario caminados se vuelven extraños, y se extravía el sentido de cada simple actividad mucho antes de comenzarla. El ser amado ha partido, y la piedra atada al cuello duplica su peso al borde del abismo. Si hasta los puentes, con sus llantos derramados y sus poemas encadenados, temen con razón una movida fatal. Bajan esa noche las estrellas preocupas, y el rostro atribulado de la luna acecha agazapado en lo más profundo de la noche. En la orilla, junto al mar, queda el eco de un beso lejano, el aroma siniestro de una despedida trunca, y un verso tímido, que no supimos escribir a tiempo.

lunes, 13 de febrero de 2012

Y se hundió en tu cielo

"(...) Y la dejé caer, y se hundió en tu cielo... y cayó, como caen siempre las tristezas, arrastrando todo en la caída, y abajo ya no quedaba nada, ni la noche de tus pasos suaves, ni el crepúsculo de tu mirada triste, y después, mientras lloraba, la tristeza era toda mía, y de mis ojos, que te buscaban como adictos, como se busca el cielo en la mirada, o se mira el cielo en la tristeza, y el cielo que eran tus ojos, y tu mirada que era infinita, y mi tristeza como siempre, se llevó todo en la caída, y cerré los ojos, y la dejé caer,  cuando se hundió en tu cielo...
y tus ojos no caían, y en tu cielo demasiado calma, una calma tan infinita, tan indiferencia que me daba rabia, porque mi rabia era tan tristeza, que lograste que perdiera el paso, mis pies entumecidos por el frío, mi dolor enceguecido por las lágrimas, y mi cielo, que no quería ni pensarte, ni oir tus besos en el viento, y tu mirada y tu presencia, eran sólo ecos muy lejanos, y con cada noche fue más difícil respirarte, y no soñarte, porque el aire se fue haciendo más distancia lejos, y la noche demasiado llanto dentro, y el silencio me estalló en el pecho, y mi tristeza se dejó caer, y se hundió en tu cielo...
pasaron días, llovieron años, y el mar se tragó esos ecos, y el cielo se quedó más limpio, y aunque la noche podía ser larga y  mi mirada más infinita, mis pasos encontraron suelo firme, y volvieron a dejar sus propias huellas claras, tu mirada se abrazó a la luna y desapareció, mientras tus ojos daban brillo a las estrellas, y me olvidé por fin de la distancia, y el nuevo capítulo era un verso raro, pero llevaba al menos un nombre mío, y mi sonrisa nueva, pero fue una distracción fugaz, porque la sangre nunca se calla, y los ecos de un amor tan grande siempre acechan, en cada esquina...
y cuando menos me lo esperaba, tu presencia desboró el recuerdo, y tu mirada se tornó tan cielo, que hasta la luna se sintió pequeña, y el olvido adormeció la risa, cuando la distancia me estalló en las manos, porque creí verte volver, y me ganó la confusión antigua, y un temblor entre las piernas, ansiosas / medias dormidas, y caí desbordado en llanto, con angustia, como se cae siempre en la melancolía, y comencé a esperarte, sin saber si era cierto que volvías, porque el amor suele ser presagio, cuando se vuelve ciego, y el eco es tan susurro, y la distancia es sólo una orilla, y cuando el mar acaricia el cielo, y un llanto alegre entibia cada mirada ausente, al ver tus ojos que volvían en silencio, la tristeza insinuó una sombra, pero no le hicimos caso, y yo volvi a caer, arrastrando todo en la caída, y ya no tuve fuerzas para combatir, y me dejé arrastrar, y fuiste lo último que vi, antes de perderme para siempre, cuando me hundí en tu cielo y en tus ojos infinitos."

A.G.Leão, "EL Sueño de Lagarde"

martes, 16 de agosto de 2011

Tus Ojos

"... Quiero tus ojos iguales a dos mediodías con lluvia..."


"Balada para los Niños que serán Poetas", L. Marechal