miércoles, 3 de octubre de 2012

Sus ojos se cerraron...


"Sus ojos se cerraron 

y el mundo sigue andando...”

C. Gardel


Alguien muere, o desaparece. Un ser querido, o mucho más. Esa noche el insomnio se vuelve insoportable, y al otro día, al despertar, algún indicio macabro nos demuestra que el mundo aún sigue ahí, sin derramar una lágrima. Dolidos y humillados hubiéramos querido que los trenes cancelen sus salidas, que los periódicos anuncien sólo noticias de ayer, y que las modelos en los afiches se vistieran de luto. Pero esa tristeza tan honda y tan nuestra, únicamente habita de las paredes hacia adentro, y la soledad y la indiferencia infectan el aire que respiramos, a la hora del desayuno. Entre el sonido monótono de la ducha y el aroma del café, comprendemos con estupor que algo falta, o se ha ido para siempre. El primer día que sigue al dolor es, sin duda, la jugada más arriesgada; los caminos a diario caminados se vuelven extraños, y se extravía el sentido de cada simple actividad mucho antes de comenzarla. El ser amado ha partido, y la piedra atada al cuello duplica su peso al borde del abismo. Si hasta los puentes, con sus llantos derramados y sus poemas encadenados, temen con razón una movida fatal. Bajan esa noche las estrellas preocupas, y el rostro atribulado de la luna acecha agazapado en lo más profundo de la noche. En la orilla, junto al mar, queda el eco de un beso lejano, el aroma siniestro de una despedida trunca, y un verso tímido, que no supimos escribir a tiempo.

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