Y entonces, después de catorce horas ininterrumpidas de lluvia torrencial y escandalosa, cuando ya habíamos perdido casi toda esperanza, la tormenta, de repente cesó, y pudimos salir a la calle...
Y el mundo, al parecer, seguía intacto, aunque en la calle, el silencio era total.
Y entonces, algo sucedió...
Y fuimos “señal”, o un destello de amor incandescente; como la luz tenue de un faro lejano, sobre un barranco desolado, en lo profundo de la noche... Así caminábamos ahora ella y yo, abrazados, de regreso a casa.
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