El silencio, tan inmenso
como repentino, le pareció bastante sospechoso; como el vacío
insondable que ahora acusaba su memoria. Imprevistamente se encontró
cómoda y tranquila en su estrenada soledad; y esto sí que era una
sensación demasiado nueva para ella, pero a la vez... ¡se parecía
tanto a lo que siempre había buscado! Como un anhelo final, o lo parte más lúcida de un sueño surgido de la oquedad de otro sueño, ya viejo y abandonado.
Entonces, sola contra sí
misma, se dio cuenta de que su espera sólo era una sombra más sobre
el viejo y solitario andén, y comprendió al fin que su tren ya no
iba a llegar, que ya no podría contar con sus viejas ganas de
partir, y que, en realidad, ella ya se había largado de la estación,
mucho (mucho) tiempo atrás...