miércoles, 5 de octubre de 2011

Sabor a café

"Pidieron dos cortados, (¡en jarrito, por favor!), el de él muy cargado, el de ella no. Luego, como siempre, él le obsequió a ella la espuma de su cortado. Tomaba el utensillo, casi siempre de metal, por el lado del mango, e introducía la pequeña cabeza cóncava del mismo en la espuma de la leche; un proceso que debía realizar antes de echarle el azúcar al café, o ésta última reduciría notablemente el volumen de la espuma,  y de su ofrenda de amor. Luego, con un movimiento suave y circular, hacia abajo y hacia él, siguiendo el contorno interior izquierdo del jarrito y manteniendo todo el tiempo la concavidad de la cuchara hacia arriba, recogía la mayor cantidad de espuma posible... y sin apartar la vista de la pequeña y trepidante, blanca y café, aireada figura, se la ofrecía, en regalo de amor, transportándola directamente hasta las puertas mismas de sus labios expectantes y apoyándola con mucho cuidado sobre ese dulce altar redentor que él, luego, tanto disfrutaría al besar, o morder... al saborear de su boca, el intenso aroma del café."

1 comentario:

Annalisa Marí dijo...

¿y qué decir de esto?

amar debe ser compartir la espuma del café.