“(...) para indicar que,
debido a su carácter
ridículo,
excesivo o inapropiado
resulta fuera de
lo que se considera
común.”
“Poema”, acepción,
según la RAE
Y ¿qué
es la poesía, sino una manera “no común” de ver, sentir,
oler o escuchar lo que nos rodea? Una forma de rebeldía contra las
normas establecidas, contra lo “que debe ser”, y a favor de lo
“que realmente es”, un medio de elevarse sobre lo común, y de
ascender, en persecución del huidizo Eros.
Dejando
de lado convenciones y prejuicios, se desnuda el alma, brincando en
libertad absoluta, intentando el vuelo inaugural, sintiéndose parte
integral - e íntegra - del Universo. Sólo de esta manera se puede
lograr aniquilar el cristal que nos mantiene aislados de los demás,
y que convierte nuestra realidad en un océano de aguas inhóspitas,
y nuestro “pequeño ser” en un sentenciado náufrago
yendo a la deriva, sin posibilidades de sobrevivir, y justamente por eso, más vivo que nunca.
Pero detengamos
un instante (prometo que vale la pena) en la palabra “poema”, que
deriva del griego “poiesis”, y que acarrea en su
significado la idea, sobretodo, de “creación”.
Platón
nos hace llegar, a través de sus textos, sobretodo del Fedón y
de La República, la culminación de su propia dialéctica,
que no es otra que la conjunción de tres ideas:
belleza
/ justicia / bien; para que algo sea bello, debe ser justo, y si es justo, entonces es bueno.
Culminación
que sólo podría darse gracias a un sutil equilibrio entre un Eros
contemplativo (el “amor platónico”, el “teorizar sobre lo
bello”) con un Eros dinámico (la “creación” o la “producción”
de lo bello).
Existe
una producción del alma fuera de sí misma. El sujeto que persigue a
Eros se trasciende a sí mismo, engendrando y pariendo hijos del
espíritu. Se trasciende en una póiesis (producción, poesía). El
objeto de Eros no es, por tanto, la posesión de la belleza a través
de la contemplación sino de la generación y el nacimiento de la
belleza. (Esther Diaz, “LA POSMODERNIDAD Y EL DESARRAIGO DE
EROS”, fragmento).
Sintetizando;
sólo en la contemplación atenta de la realidad podemos distinguir
la verdadera belleza que se oculta detrás de tantas convenciones y
de tantos prejuicios. Pero esto no alcanza para culminar la búsqueda
y arribar finalmente a los brazos de Eros. Para que lleguemos a
sentir el amor en toda su plenitud, amor por los demás, por la
naturaleza, por el cosmos y por el tiempo como entidad viva y
cambiante, hace falta un compromiso con la creación, una
trascendencia que sólo se da por medio de la “póiesis”, de
la producción, de la poesía.
Mientras
no desarrollemos la capacidad para aprehender la belleza que nos
rodea, y no interpretemos la “vida” latente en cada ser,
en cada cosa, y en cada reacción del universo, no seremos capaces de
hacernos con la materia necesaria para producir por nosotros mismo
“belleza”, segunda condición necesaria para arribar al Edén,
que es aquí y ahora, lejos y salvados del fango y de las sombras
donde viven perdidos aquellos condenados a girar sin pausa, muertos
de desilusión, crucificados en la rueda eterna de una búsqueda sin
sentido.
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