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martes, 4 de diciembre de 2012

Muy pocos saben hoy lo que es el hombre

"Muy pocos saben hoy lo que es el hombre. Muchos lo sienten y, por decirlo, mueren mas aliviados, como yo moriré más aliviado cuando termine de escribir esta historia.
No soy un hombre que sabe. He sido un hombre que busca y lo soy aún. Pero no busco ya en las estrellas ni en los libros: comienzo a escuchar las enseñanzas que mi sangre murmura en mí. 
Mi historia no es agradable, no es suave y armoniosa como las historias inventadas; sabe a insensatez y a confusión, a locura y a sueño, como la vida de todos los hombres que no quieren mentirse más así mismos. La vida de todo hombre es un camino hacia sí mismo, la tentativa de un camino, la huella de un sendero. Ningún hombre ha sido nunca por completo sí mismo; pero todos aspiran a llegar a serlo, oscuramente unos, más claramente otros, cada uno como puede. Todos llevan consigo, hasta el fin, viscosidades y cascaras de huevo de un mundo primordial. Alguno no llegará jamás a ser hombre, y seguirá siendo rana, ardilla u hormiga. Otro, es hombre de medio cuerpo arriba, y el resto pez. Pero cada uno es un impulso de la Naturaleza hacia el hombre. Todos tenemos orígenes comunes: las madres; todos nosotros venimos de la misma sima, pero cada uno (tentativa e impulso de lo hondo) tiende a su propio fin.
Podemos comprendernos unos a otros, pero sólo a sí mismo puede interpretarse cada uno."


Hermann Hesse, "Demian"

viernes, 24 de agosto de 2012

Monstruosas mentiras


 “Esta era la vida. Todo lo demás mentira. Monstrousa mentira la civilización, la falsa y sórdida civilización de los mercaderes. Tan burda la mentira que bastaba llenarse un momento los pulmones y el cerebro con la atmósfera de un pedazo de campo, para que apareciera evidente. Mentira los edificios grotescos con el guiño de los sangrientos letreros luminosos. Mentira la superficie pulida de las calles. Mentira los trenes veloces y trepidantes. Mentira las fábricas de chimeneas humeantes, ensuciando día y noche los arrabales. Mentira las máquinas brillantes, mostrando con impudicia sus entrañas de acero. […] Mentira el juego estúpido de los ascensores, rebotando incansables en la planta baja para subir hasta el 9º o 22º y volver a caer … Mentira la lluvia metálica de las máquinas de escribir en las oficinas. Mentira la multitud de las calles, de los campos de deportes, de los hipódromos, de los teatros, de las manifestaciones erizadas de estandartes, de los lentos paseos crepusculares por las calles de moda. Toda una canallesca mentira, una farsa hábilmente dirigida. Pionners, progreso, cultura, directores, honestidad comercial, hombres austeros, mujeres honestas... Río sin maldad ni odio, bajo la transparencia del cielo redondo.

La verdad estaba allí, en la naturaleza […] Limpia la cabeza, alegre el corazón, cosquilleante la audacia en los testículos.”



Juan Carlos Onetti, “Tiempo de abrazar”