¿Quién soltó la palabra maldita?, infectando el aire de esta tormenta asesina, y mutilando así, el largo sueño de los débiles. ¿Cuál es el atajo siniestro que descubrieron
los malditos para llegar, de una sola mordida, a rasgar el corazón? ¿Cómo puede un puñado de palabras, arrojadas al azar tanto tiempo
atrás, habitar en el silencio, agazapadas en la grieta hasta el
día de hoy, y retornar en verso, convertidas ya en este temido
sangrado sublime? ¿Cómo se salvará esta herida, si nunca ensayé la
lucha? Desandar los pasos lleva hacia adelante, y retomar el camino
es una provocación temeraria de alterar un giro, y desafiar lo escrito.
El verso calla, y el poema queda en blanco... pero sus huellas se vuelven cicatrices, cada vez más profundas.