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miércoles, 7 de septiembre de 2011

Piernas

"Piernas, y mas piernas. Piernas que no cesan de pasearse por esta esquina. Sentado a la mesa de un bar, observo el movimiento allí afuera; un constante y desprolijo “ir y venir” de piernas.
Piernas que bajan de la acera y se detienen de imprevisto, para dejar pasar a un coche, o evitar ser atropelladas por una bicicleta. Piernas que parecen conversar, unas frente a otras, preguntarse la hora, o pedir un cigarrillo. Piernas que saltan un charco, y otras que ensayan en su andar el “punto y coma” que sirva para esquivar algún regalito canino, mal oliente y olvidado, dejadez cívica de algún vecino mal educado. Piernas en pareja, caminando al unísono, para distraer la envidia hacia otras extremidades que pueden entrelazarse, balanceándose al caminar, sin riesgo ni miedo de un tropezón fatal. Piernas que se detienen a otear en todas direcciones, en busca del nombre de una calle, esa coordenada perdida. Piernas flexionadas sutilmente, políticamente correctas, para alzar del suelo el envoltorio de cigarrillos que dejó algún paseante desubicado. Piernas que vienen y van, se rozan, casi se erizan, sin reconocerse, sin saludar. Piernas de pasos decididos, tal vez apresurados, al encuentro de él. Piernas, tímidas y dubitativas, miedo de barrios alejados, de geografías desconocidas, y de mal presentimiento. Piernas de pasos lentos, cansados ya del tiempo, y de caminar las mismas calles, sin llegar a ningún lado. Piernas corriendo, unas detrás de otras, una ecuación de rutina que resolverá al fin la persecución, y el reparto del botín. Piernas largas, hermosas y sensuales, que se detienen hacía mí, y aguardan. Piernas ansiosas del encuentro, entregadas a una contemplación a la que me tienen amarrado. Pasos decididos que penetran en el bar, con su aire despreocupado y seductor. Piernas en espera frente a mí, sonrisa y rostro que adivino, mirada cómplice que invita y justifica, arrea una premonición nocturna, de juegos húmedos, y piernas abiertas."