El ejercicio tal vez sea esto...
deambular a través del silencio,
arrimarse a lo intangible y
penetrar sin piedad
el instante sagrado.
Detenerse entonces y
permanecer hundido en la ofrenda,
sensible hasta los huesos
a lo que brote de los sentidos.
La nada absoluta y divina...
y un estallido en los ojos
y un llanto secreto
y un fuego que arde en las entrañas
En un instante que no admite piedad,
caen destrozadas las verdades
siniestras,
y surge sublime la visión
privilegiada,
el vacío insuperable de
los caminos que se abren.
Se manifiesta
virgen la belleza
y ofrece un regazo
oculto al final de la cueva,
recostado en él
vemos pasar la Idea,
como un reflejo
preciso de lo que ansiamos atrapar.
Cae la mano y la
sentencia,
sometidas las
palabras después del juego
el instinto teje un
designio fatal
exuberante por fin
en los contornos
de un verso
que no hace falta
escribir.
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