"Querido Sinclair, nuestro dios se llama Abraxas, y es dios y diablo; abarca el mundo oscuro y el claro. Abraxas no tiene nada que objetar a ninguno de sus pensamientos, a ninguno de sus sueños. No lo olvide. Pero le abandonará el día en que sea normal e intachable." H.H.
martes, 18 de junio de 2013
lunes, 17 de junio de 2013
La náusea
“De nuevo el silencio
en la faringe...”
J. P. Sartre, “La
Náusea”
Por debajo de la piel
tiemblan los huesos,
profundos y abismales /
muertos de miedo.
El sonido punzante de la noche
atraviesa los oidos,
como un aullido incandescente
que se instala en la boca del estómago
y desgarra la carne
y retuerce las tripas,
la sangre quisiera huir
pero ya es demasiado tarde...
El cuerpo cae vencido ante el horror
y la náusea se apodera del aire,
...en una fosa cercana
el gusano se relame en su suerte...
Surge entonces
ineludible y fatal
ineludible y fatal
la noche final de tu existencia,
y ya no hay tiempo que perder,
y todo es
silencio,
vacío
y muerte.
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Nueva Antología de poesía "PUENTE DE ALMAS" (Editorial Dunken)
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Nueva Antología de poesía "PUENTE DE ALMAS" (Editorial Dunken)
sábado, 8 de junio de 2013
Escribir
Escribir... o permanecer en ese tiempo impreciso de la escritura. Vomitar como endemoniado... sin tiempo ni música, sin fuerzas para pensar en lo que vendrá - si total, ya nada importa.
Y es entonces cuando el cuerpo estalla, avanza, y se quiebra...
y surgen hambrientas las grietas / las venas, que supuran el veneno...
amargo, intenso, en todas direcciones...
salpicando las sábanas y las paredes, los sueños y las hojas en blanco.
Y el dolor entonces es inmenso, pero dulce, como un orgasmo...
Estremecerse, escribir, y estallar al fin... devorar en silencio ese estallido, y quedarse ahí, quietito... abrazado al verso, con los ojos vacíos desbordados de lágrimas; y el cuerpo, agotado...
casi adormecido.
Y es entonces cuando el cuerpo estalla, avanza, y se quiebra...
y surgen hambrientas las grietas / las venas, que supuran el veneno...
amargo, intenso, en todas direcciones...
salpicando las sábanas y las paredes, los sueños y las hojas en blanco.
Y el dolor entonces es inmenso, pero dulce, como un orgasmo...
Estremecerse, escribir, y estallar al fin... devorar en silencio ese estallido, y quedarse ahí, quietito... abrazado al verso, con los ojos vacíos desbordados de lágrimas; y el cuerpo, agotado...
casi adormecido.
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