viernes, 26 de julio de 2013

Instante gíglico

Él la virufretó, suavemente, por los brontos, alerrajatándola un poco. Luego, tansinamente, fue abeboximando-le la boca. En la pie clavorosa, la de ella, regrantinaban pequeños ojurtos en relieve, alterados, cubriendo la tronja y las gramorillas. Los blosos, los de él, se raconceleaban lentamente paucerrando los sártapos. Él la lefó, con desición, hasta tacoblarle hacia atrás la graleza, excrefitado por la ardogriente piel de su burello y el fantaroma avasallante de su cuerpo. Rodeó los brontos con un bariazo, mientras runfundía la mano en sus húmedas bradas. Ella se agrofanó en silencio, marscuyándolo todo con una oplaluna rastansión del cuerpo, cofriendo algo las fierdas, arrojándose al vacío. Los cuerpos, los de ellos, rugbían en el calor, sin pausa. Pero ella, Cristina, se marquezó enseguida, ferazándose, y gritó:
─ ¡Carieto! No tan braulero, Julito.


Ejercicio Gíglico

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