Para
cuando leas esta líneas, yo ya estaré muerto. Tu presencia
sin magia me asesinó. Mírate al espejo y reconoce tu mano asesina,
tu palabra sin compromiso y tu in-acción. Contaminaste con tus
miedos el aire que compartíamos, y tu mediocridad en la lucha llenó
de piedras el sendero; fuiste ocaso, hastío y atardecer. Mientras ocultas con
cobardía tus sucias garras y te salvas, en este puente abandonado,
mi resignación por fin se encuentra a gusto. Por debajo de mi
cansancio de ti, la corriente irrebatible de este río endiablado, arrastrará hasta el
final, los restos - tibios aún - de este sueño incomprendido que nunca te
interesó.
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