martes, 12 de julio de 2011

Proust y la Magdalena (I)

“Así ocurre con nuestro pasado. Es trabajo perdido querer evocarlo, e inútiles todos los afanes de nuestra inteligencia. Ocultase fuera de de sus dominios y de su alcance. En un objeto material (o en la sensación que objeto nos daría) que no sospechamos. Y del azar depende que nos encontremos con ese objeto antes de que nos llegue la muerte, o que no le encontremos nunca.

Hacía muchos años que no existía para mí de Combray mas que el recuerdo del escenario....

… cuando un dia de invierno, al volver a casa, mi madre, viendo que yo tenía frío, me propuso... tomar una taza de té....

Mandó, mi madre, por uno de esos bollos, cortos y abultados, que llaman magdalena...

Y muy pronto.. me llevé a los labios una cucharada de té en la que había echado un trozo de magdalena...

Pero en el mismo instante en que ese trago, con las migas de aquel bollo, tocó mi paladar, me estremecí, fija mi atención en algo extraordinario que sucedía en mi interior...

Y él me convirtió las vicisitudes de la vida en indiferentes, sus desastres en inofensivos y su brevedad en ilusoria. Todo del mismo modo que opera el amor, llenándose de una esencia preciosa... dejé de sentirme mediocre y mortal.

¿De dónde podría venirme aquella alegría tan fuerte?

Grave incertidumbre ésta, cuando el alma se siente superada por sí misma, cuando ella, la que busca, es justamente el país oscuro por donde ha de buscar... y de nada le sirve su baggage...

"À la Recherche du Temps Perdu", M.Proust

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