sábado, 30 de julio de 2011

Somos Sueño

‎". We are such stuff
As dreams are made on, and our little life
Is rounded with a sleep."

The Tempest, W.Shakespeare

viernes, 29 de julio de 2011

Palabras

- Qué haces?
- Escribo.
- Por qué?
- Porque si.
- …
- o tal vez, para sobrevivir.

no escupo,
no vomito,
no grito,
ni busco estilo.

Solo me limito a abrir la puerta.

Palabras que me habitan, ya estaban escritas,
y el orden es su designio.
Yo me hago a un lado, las dejo pasar.
Son reflejo de una música interior,
cadencia íntima que moviliza.

Puede que pasen siglos antes que
alguien descifre la melodía y escuche “algo”,

hasta entonces, será un secreto...
Cuento que me cuento cada noche,
para poder dormir.

Tempestad

“O, I have suffered.
With those that I saw suffer!!”
“The Tempest”, W. Shakespeare



Posición privilegiada, o prisión del destino.

Desde lo alto de una calamidad,
los designios del otro
aturden en pleno vuelo,
y condenan cualquier puerto.

El océano de ayer
enfurece sus olas hoy,
y el viento estalla en demonios
con hambre de mástiles astillados.

El faro en el horizonte
se apaga sospechosamente,
toda orilla se vuelve inhóspita
ante la inminencia de la última brazada.

El naufragio es total,
compromete la trama,
todo el viaje...

la tormenta no sabe de noblezas,
ni de amores sucumbidos,

imposible no volver la vista,
antes de partir.

jueves, 28 de julio de 2011

Profundo en la noche

Y entonces, después de catorce horas ininterrumpidas de lluvia torrencial y escandalosa, cuando ya habíamos perdido casi toda esperanza, la tormenta, de repente cesó, y pudimos salir a la calle...
Y el mundo, al parecer, seguía intacto, aunque en la calle, el silencio era total.
Y entonces, algo sucedió...
Y fuimos “señal”, o un destello de amor incandescente; como la luz tenue de un faro lejano, sobre un barranco desolado, en lo profundo de la noche... Así caminábamos ahora ella y yo, abrazados, de regreso a casa.

La Tormenta

"... como una poseída, se precipitó a la baranda de estribor y allí permaneció días enteros con sus noches, mirando el inmenso muro de la Cordillera y diciéndose, con perpetuo estremecimiento, que allí detrás se extendía, virgen e inmensa, la tierra de sus sueños...
El Patagonia avanzaba rapidamente, pero para la Condesa los minutos eran años...

... y, viéndola exponerse así, los marineros temían por su vida; mas nadie se atrevía a interrumpirla, porque no es tarea de los marineros interferir en la tormenta, sino surcarla..."

"Inglaterra, una fábula", L Brizuela

miércoles, 27 de julio de 2011

Caterva, y Los Cascarudos

"Bien. Los cascarudos poseen todo un prurito de curiosidad. No se avienen, como tantos usureros, a vivir en el hueco donde apenas caben con su mezquindad. Emergen de lugares recónditos, con la idea fija de atalayar la vida en torno, para juzgar si vale la pena de convertirse en hombre en la próxima metempsicosis. Parten, no obstante, de una premisa falsa. Creen que la humanidad es lo más alto que hay. Por eso, ni bien uno se sienta, escalan la rampa de las pantorrillas, hacen un leve descanso en la meseta de los muslos y se encaraman, audaces, por el recto parapeto de la espalda. Han llegado, por fin, a la cumbre de los hombros. Allí se solazan con la perspectiva. Agitan sus élitros de charol como la capota de una limousine. Y se disponen a la ventura máxima: saber si el hombre o la mujer usan perfumes superiores al suyo. "

"Caterva", J.Filloy

sábado, 23 de julio de 2011

viernes, 22 de julio de 2011

Mañana en la Batalla Piensa en Mi

«Nadie piensa nunca que pueda ir a encontrarse con una muerta entre los brazos y que ya no verá más su rostro cuyo nombre recuerda»

"Mañana en la Batalla Piensa en Mi", J. Marías

Un Cuento de Navidad

"Fue en el verano del setenta y dos —dijo. Una mañana entró un chico y empezó a robar cosas de la tienda. Tendría unos diecinueve o veinte años, y creo que no he visto en mi vida un ratero de tiendas más patético...

...al principio no le vi. Pero cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo, empecé a gritar. Echó a correr como una liebre...

Le perseguí más o menos media manzana, y luego renuncié. Se le había caído algo, y como yo no tenía ganas de seguir corriendo me agaché para ver lo que era.
Resultó que era su cartera. No había nada de dinero, pero sí su carnet de conducir junto con tres o cuatro fotografías. Supongo que podría haber llamado a la poli, perop me dió pena...

Recuerdo que en una de las fotos estaba de pie rodeando con el brazo a su madre o abuela...

Así que me quedé con la cartera. De vez en cuando sentía el impulso de devolvérsela, pero lo posponía una y otra vez y nunca hacía nada al respecto. Luego llega la Navidad y yo me encuentro sin nada que hacer.

...y entonces veo la cartera de Robert Goodwin sobre un estante de la cocina. Pienso qué diablos, por qué no hacer algo bueno por una vez, así que me pongo el abrigo y salgo para devolver la cartera personalmente...

Aquel día helaba, y recuerdo que me perdí varias veces tratando de encontrar el edificio.

Finalmente encuentro el apartamento que busco y llamo al timbre. No pasa nada. Deduzco que no hay nadie, pero lo intento otra vez para asegurarme. Espero un poco más y, justo cuando estoy a punto de marcharme, oigo que alguien viene hacia la puerta arrastrando los pies. Una voz de vieja pregunta quién es..

  —¿Eres tú, Robert? —dice la vieja, y luego descorre unos quince cerrojos y abre la puerta.
   Debe tener por lo menos ochenta años, quizá noventa, y lo primero que noto es que es ciega.
   —Sabía que vendrías, Robert —dice—. Sabía que no te olvidarías de tu abuela Ethel en Navidad.
   "Y luego abre los brazos como si estuviera a punto de abrazarme.
   Yo no tenía mucho tiempo para pensar, ¿comprendes? Tenía que decir algo deprisa y corriendo, y antes de que pudiera darme cuenta de lo que estaba ocurriendo, oí que las palabras salían de mi boca.
   —Está bien, abuela Ethel —dije—. He vuelto para verte el día de Navidad.
   No me preguntes por qué lo hice. No tengo ni idea. Puede que no quisiera decepcionarla o algo así, no lo sé. Simplemente salió así y de pronto, aquella anciana me abrazaba delante de la puerta y yo la abrazaba a ella.

Era como un juego que los dos habíamos decidido jugar, sin tener que discutir las reglas.Aquella mujer sabía que yo no era su nieto. Estaba vieja y chocha, pero no tanto como para no notar la diferencia entre un extraño y su propio nieto. Pero la hacía feliz fingir, y puesto que yo no tenía nada mejor que hacer, me alegré de seguirle la corriente.
Así que entramos en el apartamento y pasamos el día juntos...

Al cabo de un rato, empecé a tener hambre... Recuerdo que los dos nos pusimos un poco alegres con el vino, y cuando terminamos de comer fuimos a sentarnos en el cuarto de estar, donde las butacas eran más cómodas.

Yo tenía que hacer pis, así que me disculpé y fui al cuarto de baño ... entro y, apiladas contra la pared al lado de la ducha, veo un montón de seis o siete cámaras...

Deduzco que eso es obra del verdadero nieto... ciertamente nunca había robado nada, pero en cuanto veo esas cámaras en el cuarto de baño, decido que quiero una para mí. Así de sencillo.

en ese tiempo la abuela Ethel se había quedado dormida en su butaca. Demasiado Chianti, supongo..

Dejé la cartera de su nieto en la mesa, cogí la cámara otra vez y salí del apartamento. Y ése es el final de la historia.

—¿Volviste alguna vez?
—Una sola. Me sentía tan mal por haber robado la cámara. Finalmente tomé la decisión de devolverla, pero la abuela Ethel ya no estaba allí.
—Probablemente había muerto.
   —Sí, probablemente.
   —Lo cual quiere decir que pasó su última Navidad contigo.
   —Supongo que sí. Nunca se me había ocurrido pensarlo.
   —Fue una buena obra, Auggie. Hiciste algo muy bonito por ella.
   —Le mentí y luego le robé. No veo cómo puedes llamarle a eso una buena obra.
   —La hiciste feliz.

Paul Auster.

jueves, 21 de julio de 2011

Esta Ternura

Esta ternura y estas manos libres,
¿a quién darlas bajo el viento ? Tanto arroz
para la zorra, y en medio del llamado
la ansiedad de esa puerta abierta para nadie.

Hicimos pan tan blanco
para bocas ya muertas que aceptaban
solamente una luna de colmillo, el té
frío de la vela al alba.
Tocamos instrumentos para la ciega cólera
de sombras y sombreros olvidados. Nos quedamos
con los presentes ordenados en una mesa inútil,
y fue preciso beber la sidra caliente
en la vergüenza de la medianoche.
Entonces, ¿nadie quiere esto,
nadie?

J.Cortázar