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jueves, 16 de junio de 2011

Una visión, Frente al Mar

A orillas del mar, sentó su inmensa tristeza, y calló. La noche cerrada intimidaba con su silencio, pero él, ni siquiera pudo ensayar un temblor. Sin nada más que perder, intentó, en vano, descifrar un mensaje revelador en las estrellas; pero ellas también, indiferentes, le dieron la espalda. La soledad se hizo infinita esa noche y lo cubrió hasta el ahogo. Tan incómoda como una pegajosa prenda en verano, a la hora de la siesta. Un sueño abandonado cayó sobre él, como una lluvia de cenizas, y reclamó su historia perdida. Ante la contundencia del momento, no encontró argumento que lo justifique. Del mar surgió un grito de guerra, y las aguas avanzaron amenazantes. Despertó un fantasma en la espuma y la luna un rostro precioso bajó, y le prestó. De pie frente a él, y al amparo de una pausa en el tiempo, se entabló el diálogo entre sus miradas. Y en el reflejo de sus penas encontró el mensaje soñado. Antes de que la espuma se volviera espuma, y el mar retorne a su inmensidad, reconoció en la superficie una sonrisa aprobatoria que lo invitaba a seguir. Una fuerza interior, profunda y nueva lo empujó sobre sus pasos. Pleno de voluntad renovada, retomó una vez más el camino del guerrero.

miércoles, 15 de junio de 2011

Bajo otra Lluvia

Detrás del cristal, afuera, el cielo parece, se parte en dos. Desde algún rincón de la noche, llega un grito ahogado, un aullido fantasma. Agazapado a la vuelta de la esquina, alguien espera por el golpe triunfal. Pero esta noche no bajaré. Antes de que los barrios bajos se inunden de húmedos presagios, llegará por fin la salvación; el roce de una sombra alargada de un beso inmortal, bajo una lluvia de ayer.

miércoles, 8 de junio de 2011

INVICTUS



Fuera de la noche que me cubre,
Negra como el abismo de polo a polo,
Agradezco a cualquier dios que pueda existir
Por mi alma inconquistable.

En las feroces garras de la circunstancia
Ni me he estremecido ni he llorado en voz alta.
Bajo los golpes de la suerte
Mi cabeza sangra, pero no se inclina.

Más allá de este lugar de furia y lágrimas
Es inminente el Horror de la sombra,
Y sin embargo la amenaza de los años
Me encuentra y me encontrará sin miedo.

No importa cuán estrecha sea la puerta,

Cuán cargada de castigos la sentencia.

Soy el amo de mi destino:

Soy el capitán de mi alma.

***


Poema breve escrito desde la cama de un hospital, en 1875, por el poeta inglés William Ernest Henley (1849–1903), e incluido en su último libro (justamente)"In Hospital". Poema que Nelson Mandela se recitaba a sí mismo cuando llegaban los momentos peores a lo largo de su terrible cautiverio en prisiones sudafricanas por su lucha contra el racismo y el apartheid.

Una Cama Vacía

Esa noche tardó horas en quedarse dormido. En la otra cama, a su derecha, su compañero de habitación no cesaba de gemir. Lo había escuchado así durante todo el día. Por momentos hasta había sentido lástima del pobre viejito, algo de compasión, y hasta tres veces había llamado él mismo a las enfermeras para avisarles de sus quejidos, temiendo a veces, lo peor.
Pero por momentos llegó, sin embargo, a avergonzarse de sus míseros pensamientos, ante una enfermedad terminal como la del viejo. Y, aunque le incomodaban esas manifestaciones de dolor del enfermo, creía que no eran sinceras y, que en el fondo, el viejo solo intentaba llamar la atención.
En otros momentos, llegó hasta alegrarse de que, aunque enfermo e internado también, él estaba en mejores condiciones de salud que su compañero de habitación; y esto era evidente. Pero también se avergonzaba ahora de haber pensado así.
Lo dicho, esa noche, mareado de tantas deliberaciones internas, tardó mucho tiempo en quedarse dormido. Cuando se despertó, en la mañana, la otra cama, frente a él, estaba ya vacía.